Sydney tenía una vida ideal rodeada de sus maravillosas hijas y su marido Andrew, de quien estaba locamente enamorada. Vivían en una casa preciosa y la suerte parecía sonreírles. Toda esta felicidad se esfuma de repente cuando Andrew muere en un accidente y Sydney, con 49 años y tras una década sin trabajar, se encuentra viuda, sin casa y sin dinero.